miércoles, 24 de octubre de 2012

IGUALDAD DE OPORTUNIDADES

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                                                bartolinas.blogspot.com


El Plan Nacional de Igualdad de Oportunidades (PIO) fue aprobado mediante Decreto Supremo N° 29850, en diciembre de 2008; establece los lineamientos generales para aplicar políticas públicas con igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, a partir de seis ejes de acción: 1). Eje Económico, Productivo y Laboral. 2.) Eje Educación. 3). Eje Salud. 4). Eje Violencia en razón de género. 5.) Eje Ciudadanía y Participación Política. 6). Eje: Fortalecimiento Institucional.

El Plan Nacional de Igualdad de Oportunidades, no contempla mucho lo que es interculturalidad, no se encuentran elementos específicos, eso ha venido después y dentro de lo que es el Viceministerio de Igualdad de Oportunidades (VIO) Ministerio de Justicia se le ha tratado de dar una visión, una orientación de la interculturalidad sobre todo al eje que tiene que ver a con la lucha contra la violencia, pero en sí, la participación de las mujeres en la justicia indígena o comunitaria se ha quedado en una investigación propiciada por lo que era UNIFEM, hoy ONU – Mujeres, que no se la ha concluido, se ha quedado como un diagnostico de cuál es la participación de la mujer en el ejercicio de la justicia comunitaria y lo rico de esta investigación ha sido que se ha hecho diferenciando tres zonas, por un lado está la zona Andina que contempla lo que son los aymaras, quechuas y afro descendientes, la zona Amazónica con más de treinta pueblos donde están yuracarés, chimanes, sirionós, guarayos, tacanas  etc.,  y la zona del Chaco que contempla fundamentalmente ayoreos, guaraníes, wenayeks y otros. Este diagnóstico identificó cuál es la participación de la mujer en el ejercicio de justicia indígena originaria. La segunda parte tenía que ser una investigación con las lideresas, con las asambleas, con las instancias de la comunidad, pero hasta la fecha no se ha logrado plasmar la cuestión de la participación de la mujer en la justicia comunitaria como tal, sólo existen estudios aislados y muy generales.
Es de lamentar que a las mujeres no se les dé mucho espacio en lo que es el ejercicio de la justicia comunitaria, sin embargo se puede hacer una diferenciación de lo que es la zona Andina, la Amazónica y el Chaco, uno de los pueblos más machistas en cuanto a lo que se denomina usos y costumbres y simbología que se tiene en el imaginario, es el pueblo quechua de la zona Andina, ahí se ha encontrado mucho más incidencia machista, pero si digamos lo rico de estos pueblos hablando primero de Los Andes, es que todo este sistema de lo que es el ejercicio de justicia se maneja más a través de la intervención de la familia o del padrinazgo, los padrinos son los llamados a resolver muchos de los temas que tiene que ver por ejemplo con los conflictos de pareja, porque en la mayoría de las comunidades el ejercicio de la justicia comunitaria esta mas relacionada a los problemas de límite de linderos, ese tipo de cosas, sin embargo los problemas de la pareja no son considerados como problemas para que sean tratados por las autoridades. En las tres zonas se ha encontrado que se tiene el esquema que hay una supremacía masculina sobre la femenina y que la mujer debe obedecer al varón.
Pero en el tema de conflictos en la pareja, en la cultura quechua y aymara funciona mucho esto de los padrinos, pero en los pueblos amazónicos y chaqueños, sí se ve mayor participación de la mujer, porque a partir de las primeras marchas por tierra y territorio se han ido conformando más organizaciones en defensa de los derechos, la APG la misma CIDOB, la CPIB como algo novedoso han empezado a surgir no solo las secretarías de genero sino que se percibe una fuerte participación de las mujeres.  En la parte andina como principal representante tendríamos la Organización de MujeresBartolina Sisa”,  pero haciendo una comparación en la Amazonía y  el Chaco las mujeres están mejor organizadas y con más acciones de defensa hacia las mujeres, con algunas excepciones como el pueblo ayoreo donde se nota fuertemente una actitud patriarcal extrema, incluso se dan feminicidios, éstos también se dan en Los Andes.
En la Amazonía y el Chaco en los problemas que se dan en la pareja también hay la ventaja de que interviene la familia en defensa la mujer porque, a diferencia de Los Andes donde hay una convivencia virilocal, es decir que la mujer cuando se casa va a convivir con la familia del marido, en la mayoría de los pueblos de la Amazonía y el Chaco se da una convivencia uxorilocal, que significa que la convivencia es con la familia de la mujer, esto le de una ventaja a la mujer porque la familia extendida entra a querer resolver los problemas y sale en defensa de los derechos de la mujer, y también otra de las ventajas es que la Asamblea misma o lo que se llama los Cabildos intervienen en los problemas que tienen que ver con las parejas.
En cuanto a la posición de la mujer en el ejercicio de la justicia comunitaria, es un poco forzado decir qué cosas hace la mujer, lo mejor es que ahora que ya hay organizaciones de mujeres ya están participando un poco más pero sobre todo en la regiones amazónicas con la difusión de derechos, pero en general una participación directa la mujer no tiene. Sí en la región Andina se ha dado la restitución de autoridades originarias que viene a ser lo que son mallkus y mama t´allas, pero que es lo que pasa? la mama t´alla aún se queda nomás en una situación figurativa, de acompañamiento, que hace al momento de la verdad la mama t´alla acompaña y da recomendaciones, pero quien lleva la batuta evidentemente es el varón. Lo mismo en los padrinos, las madrinas dan recomendaciones.
Respecto al acoso político se ve que lo complicado es lograr un acuerdo, un encuentro entre lo que es la justicia formal y la justicia comunitaria, hay una subsistencia de ambas justicias, que evidentemente se coordinan en muchos casos, por ejemplo en aquellos de violencia extrema o asesinatos, se denuncian y derivan a la justicia ordinaria. Pero hay otros casos que no se ven porque están ocultos. En el ejercicio de justicia comunitaria, no siempre en casos de conflicto de violencia doméstica, existen comunidades en Los Andes, en los que existe la pena de muerte para el agresor pero de esto nadie se entera, ni la prensa, nadie hace nada, no son difundidos.
Volviendo al tema del acoso político  existe la ley, pero muchos de estos casos no llegan a la justicia ordinaria, a no ser que sea un caso de asesinato, pero en el caso de acoso se quedan muchos casos sin sanción, ya que se encuentra naturalizado el acoso. Por ejemplo se tiene el caso de una mujer concejala de pollera aymara de Ancoraimes en el departamento de La Paz en 2006, que sufrió acoso político, entonces además de una violencia política constituye violencia basada en género y de discriminación cultural. Se tiene conocimiento de este hecho porque fue denunciado ante ACOBOL.
Algo en lo que se reflexionó en el Viceministerio de Igualdad de Oportunidades es que  se debería ampliar el tratamiento de violencia no sólo a lo que es violencia doméstica sino a lo que es violencia económica, violencia política, trata y tráfico y feminicidio,  plasmados es un plan macro de lucha contra la violencia pero en la práctica se ve que es necesario pero no suficiente el planteamiento de leyes y sanciones, se debería trabajar mucho en la prevención, pero que más que prevención tendríamos que trabajar en lo que yo llamo la deconstrucción de patrones culturales que están naturalizados en el imaginario, tenemos que trabajar en la deconstrucción, es decir desenredar los nudos y volver a envolver como se hace con una lana, es decir analizar donde están los problemas, ideas y actitudes que practicamos de forma automática en la cotidianidad y reconstruir concientemente representaciones y valores de igualdad, respeto, solidaridad, etc. en el imaginario para mejorar no sólo el relacionamiento entre mujeres y hombres, sino entre padres e hijos, mayores y jóvenes, etc. Esto tiene que ver desde analizar las letras de las canciones que escuchamos hasta el tema de educación no sólo formal sino campañas barriales, comunitarias, además de implementación de políticas públicas, formulación de leyes etc., si uno/a no ve como ejercicio de violencia por ejemplo no escuchar al otro, a la otra, la falta de respeto a los mayores, a los niños, etc., entonces nunca vamos a llegar a cambiar como sociedad.
Educar cada día desde lo cotidiano, concientizar a todas las clases sociales a través de diferentes instrumentos, medios masivos como alternativos, etc., la ignorancia es atrevida y cotidiana, por ejemplo los jóvenes de zonas populares son más conscientes de los derechos que los jóvenes de clases medias y altas. Lo mismo sucede entre el campo y ciudad, aún en el campo todos y todas se saludan pero en la ciudad a uno/a lo empujan o pasan cosas peores y nadie dice nada. En resumen no hay conciencia de comunidad, por tanto la tan mentada igualdad de oportunidades se está convirtiendo en un ideal a alcanzar pero aún no es una realidad ni solamente tiene que ver con el tema de género.
En el aspecto de la tenencia de tierra en la Amazonía y el Chaco, en realidad quienes son dueños del territorio son la comunidad, y claro están muy definidos los roles domésticos y los roles públicos de género, pero a la hora de tratar el género y la cultura hay que tener mucha sutileza si se quiere cambiar las relaciones de género porque la concepción cultural de los pueblos ancestrales tiene que ver con la concepción holísta de la naturaleza y cada uno cumple un rol determinado ya que se considera que todas las energías se complementan y mantienen el equilibrio del universo, por ejemplo en la pareja se considera que uno es la mitad del otro, es una cosa sumamente interesante. Entonces se debe hilar fino a la hora de velar por el ejercicio de derechos de todos y todas, y de cada uno/a para no desestructurar ese mundo simbólico que es tan rico y sobre todo el actuar como colectividad, esto no quiero decir que no se tenga que trabajar para que los roles de género se compartan pero sin romper el sentido comunitario, que no solo es la comunidad sino también la familia.
En la zona Andina sucede lo propio, está el chachawarmi que significa la complementariedad de hombre y mujer, pero en la actualidad con la penetración de la modernidad (las cosas malas de la modernidad) en las comunidades muchas veces se lo usa como pretexto para el ejercicio del machismo por parte del hombre. La complementariedad si existe en el imaginario simbólico pero ya en las actitudes cotidianas ya se ha perdido. Por eso es que es tan difícil trabajar el tema de género e interculturalidad, porque si te vas sólo con el género como ha sido visto desde occidente terminas colonizando e imponiendo, dentro de estos aspectos sí se puede dar lugar a transformaciones, sobre todo en el ejercicio de derechos de la mujer, de un mayor compartimiento entre hombres y mujeres, pero sin afectar la cuestión de la visión holista y de equilibrio en lo micro y en lo macro.
El problema en sí de la tenencia de la tierra se da más en Los Andes por el tema del minifundio, ellos dicen que el dueño de la tierra es la familia pero en términos legales el dueño o titular es el varón, entonces resulta que si es la mujer quien participa sólo lo hace en ausencia del varón como un tipo de suplencia, como la participación política está muy ligada a la tenencia de la tierra, es un impedimento de gran importancia. Aunque como aclaré antes ahora se está procurando la participación de la pareja pero aún el papel de la mujer se queda en acompañamiento, sobre todo en los acontecimientos públicos pero la última palabra en la decisión la toma el varón. Al respecto es interesante citar la siguiente observación. Antiguamente los hombres se referían a su pareja diciendo: “mi señora”, ahora generalmente dicen: “mi mujer”. Esto tanto en el área rural como en la ciudad. Ambas expresiones obviamente denotan un sentido de propiedad, pero la primera con qué respeto, en cambio la segunda, no. Esta expresión aún se mantiene en los mayores pero en las actuales generaciones se ha ido perdiendo. No se si tiene que ver con las culturas originarias o con las importadas, sin embargo se trata de otra cultura, del respeto aunque sea de palabra, lo que no quiere decir que no existan desigualdades.
Entonces en el ámbito de participación política las mujeres siguen pidiendo permiso a sus parejas para salir a la luz pública, es decir a participar. Lo que predomina en la supuesta complementariedad es esa concepción de que la mujer es un complemento del hombre, es la idea que subsiste en el mundo de lo simbólico, yo diría en todas las culturas. Si hay complementariedad es porque la mujer es el complemento del hombre pero no el hombre el complemento de la mujer, cuando se debería trabajar en construir una complementariedad recíproca.
Para finalizar, actualmente dentro de las líneas de acción del actual gobierno hablar del tema de descolonización es más factible aunque sea en el discurso, que del tema de despatriarcalización. Es que llegado el momento a los hombres, sean de derecha o de izquierda, indigenistas o mestizos, del gobierno o de la sociedad civil no les conviene aceptar la despatriarcalización, pues para ellos se trata de una  lucha de poderes, cuando debería construirse una verdadera cultura del respeto y de reciprocidad, con pleno ejercicio de derechos tanto individuales como colectivos. En definitiva, se trata de respetar las opciones.






martes, 11 de septiembre de 2012

LA BODA DEL VICEPRESIDENTE EN TIWANAKU: UN ANÁLISIS DESDE LA POLÍTICA Y LA RITUALIDAD


Por qué Tiwanaku?

Las ruinas arqueológicas de Tiwanaku, población ubicada cerca de la ciudad de La Paz son consideradas como un lugar de mucha energía cósmica tanto por los comunarios como por intelectuales, especialmente de la disciplina de la arqueología, como por adeptos a corrientes ideológicas gnósticas esotéricas. También están intelectuales y políticos mestizos e indígenas urbanos quienes, por considerar a Tiwanaku como los orígenes y el centro de la cultura andina (puquinas, tiwanakotas, aymaras y quechuas) quisieron recuperar las prácticas andinas y fundaron movimientos y partidos políticos de corte indianista – kataristas guiados por el paradigma de lo que, en su momento se denominó, el retorno del Pachakuti y propugnaron la celebración del Año Nuevo Aymara en el solsticio del 21 de junio.

Lo paradójico de la situación es que en estas prácticas no participaban los pobladores – comunarios de las estancias rurales de la región ya que como producto de más de 500 años de colonialismo español sus prácticas en cuanto a la ritualidad son sincréticas (prácticas andinas y católicas, o directamente ya son sólo evangélicos) lo que no quiere decir que no tengan una visión holista particular de la espiritualidad. Solamente fue Rufino Phaxsi, lugareño y con conocimientos de medicina natural quien, en alianza con los grupos entusiastas por la recuperación de los elementos simbólicos andinos que se dicen son originarios, e incluso con agencias de turismo, pusieron en marcha de lo que después se denominó el Año Nuevo Aymara, celebración que posteriormente se extendió a distintos lugares del país.

El Consejo de Amawt´as como protagonista central

Ya por 1991 -1992 los comunarios de la región se rebelaron ante la participación individual que tenía Phaxsi y propugnaron un levantamiento a la cabeza de Valentín Mejillones, nacido en la comunidad de Corpa pero con residencia permanente en el barrio de Alto Lima de la ciudad de El Alto. Remarcar esto es muy importante porque las diferencias entre quienes viven en las comunidades y son agricultores y están en permanente relación la naturaleza no es lo mismo que haber nacido en la comunidad y residir en la ciudad. En lo simbólico se pierden ciertas representaciones y se adquieren otras, entonces la identidad cambia ya que esta desde el punto de vista del interaccionismo simbólico, corriente sociológica a la cual me adscribo, la identidad es procesual y no estructural ni estática, por más que se pertenezca a la misma etnia o raza, en este caso, la aymara.

En este contexto, se funda lo que se denominó el Consejo de Amawt´as de Tiwanaku, cuyos integrantes constituían y constituyen hasta el presente, representantes de las 23 comunidades que pertenecen al municipio de Tiwanaku. En algunos casos, estos representantes son “verdaderos” yatiris, que constituyen los magos, sabios o videntes para el mundo aymara. La señal que los legitima como tales, normalmente es haber sido tocados por el rayo, además de que son denominados los Mayores, por su experiencia y por su edad, en otras palabras porque poseen sabiduría por haber “caminado más…” el camino de la vida o thaki. Dentro del Consejo también están quienes son nombrados como representantes sin ser verdaderos yatiris, uno porque en muchas de las comunidades ya no se práctica debido a la penetración de las sectas evangélicas, o también están los denominados “aprendices de yatiris” pero que no están legitimados por una señal de la naturaleza. Ellos, además por su juventud y tener menos recorrido por el camino de la vida son denominados los Menores.

Esta diferenciación resulta muy importante ya que a la hora de poner en funcionamiento el Consejo quienes se apoderan de la celebración del Año Nuevo Aymara son los Menores, cuya lógica por estar más imbuidos de las prácticas racionales occidentales, además apoyados por ONGs católicas y evangélicas además del grupo de adeptos a la ideología del rescate cultural andino antes mencionado, son quienes llevan adelante esta celebración, diríamos para afuera. Toda esta manipulación y hasta imposición que se hace hacia los Mayores, para quienes, como se dijo resultan extrañas éstas prácticas, se convierte en una nueva forma de colonización ya que se llega a discriminar los saberes de los ancianos por ser considerados híbridos y no “puros”, como se pretende estructurar el nuevo ritual supuestamente “originario”. Estos saberes de los Mayores, hoy por hoy vendrían a constituir las prácticas para adentro, es decir en la comunidad.

Sin embargo, algo en lo que se debe incidir es que para los Mayores no parece ser importante la forma como se hace el ritual, es decir, como sabios que son consideran que si en el ritual se invoca a la Pachamama y a también a la Virgen María, no está mal porque lo importante es “con el corazón que se está invocando” y haber solicitado el correspondiente permiso o licencia a las fuerzas de la naturaleza para que éstas se manifiesten y otorguen sus bendiciones y fortunas. Pero eso sí quien hace la ceremonia debe ser “verdadero” yatiri o mago, y como ya expliqué antes, esto está legitimado por las señales que le otorgan la naturaleza, principalmente la caída del rayo (también pueden ser gemelos, haber nacido de pies, tener 6 dedos, etc.).

La mirada del Gobierno de Evo Morales desde la supuesta “recuperación” de la cultura andina

Como mencioné antes, en esta celebración del ANA han participado distintos partidos políticos sobre todo de corte indianista y popular. Entre ellos obviamente uno de los gobiernos que le dio mucha relevancia a la celebración es el de Evo Morales quien incluso fue investido con el bastón de mando por parte de uno de los Menores del Consejo de Amawt´as (Valentín Mejillones). En este sentido, este gobierno se ha propuesto recuperar los elementos simbólicos de lo que supuestamente se cree fue la cultura andina en un modelo estadocéntrico, así, a estas alturas desde mi punto de vista se ha caído en una neocolonización ya que se quiere imponer un discurso y religiosidad supuestamente andina sobre el sincretismo del que ya hablamos que viven cotidianamente los comunarios. Entonces, políticamente tienes esta mirada el gobierno, con un discurso supuestamente o diz que comunitario, se habla de la filosofía del Vivir Bien, del Sumaqamaña, etc., sin embargo se continúa en la lógica de la imposición, de la dominación, de la discriminación y el autoritarismo.

En este contexto, reclutan como aliados a los Menores del Consejo de Amawt´as que, hoy por hoy están divididos entre quienes apoyan al gobierno y aquellos que no, además que los Mayores ya están falleciendo y lamentablemente sus saberes no han sido suficientemente rescatados por los Menores, quienes imbuidos por la modernidad racional occidental ya adquieren otros valores, como ser protagonismo, personalismo, manejo instrumental del poder, precisamente valores bajo los cuales se maneja este gobierno a pesar de mantener un discurso de recuperación de valores ancestrales. Sin embargo, aún no se entiende que la filosofía de vida de los pueblos ancestrales se manejan bajo otra lógica, es holista, integral, intuitiva (de conocimiento directo), va por lo mágico religioso, mientras que la lógica occidental moderna tanto desde la política como desde la academia va fundamentalmente por lo racional. Y en este contexto, particularmente el vicepresidente Álvaro García, desde mi perspectiva fuerza dos lógicas o sistemas ideológicos provenientes de distintas matrices conceptuales,  uno que es el marxista racional occidental que si bien, es reivindicativo contra la opresión se sustenta en la lucha de clases y en la preponderancia o dominio de los dueños de los medios de producción; y otro el comunitarismo que, desde la óptica de la comunidad pasa por la lógica de la solidaridad, del pensar y fundamentalmente del sentir y actuar en colectivo, en reciprocidad, justamente del “caminar con buen corazón” que primordialmente tiene que ver con la espiritualidad y el sentimiento ya que, en realidad “todos nos debemos a todos” (don Policarpio Flores Apaza). Entonces, se podría decir que son dos caminos diferentes.

La acción de la boda como una muestra de esta “recuperación”

En este afán de recuperar la cultura andina frente a más de 500 años de opresión española, el vicepresidente parece querer mostrar mediante esta acción (su boda), un acto de “descolonización” (entre comillas), de reivindicación, de preponderancia de un Estado, evidentemente plurinacional, laico, pero al fin y al cabo dentro del modelo estadocéntrico; de una supuesta recuperación “para afuera” y desde afuera”, pero además “desde arriba” buscando alianzas con los ritualistas Menores de Tiwanaku, aprendices o finalmente quienes sin ser nada manipulan al Consejo de Amawt´as y al interior del mismo Consejo, pues, como se dijo, no se debe olvidar la diferenciación entre Mayores y Menores.  En este marco, se hace una utilización instrumental de los símbolos de la cultura andina, del Consejo y del mismo lugar de Tiwanaku, que pasa por la figuración, por el ego individualista, por el protagonismo, por el discurso político al estilo occidental y, como decía uno de los Mayores, ya fallecido, don Policarpio Flores Apaza, por el afán de mostrar como “show” la cultura andina, el decía, en palabras exactas: “Nuestra cultura no es un show”.

Entonces, que se está recuperando realmente??, la forma, pero no la esencia del mensaje de las culturas ancestrales, ya que ésta, justamente no pasa por el protagonismo ni por la búsqueda de poder político, ni por la figuración individual ni el manejo instrumental, más bien el camino señalado por los ritualistas que orientan a sus autoridades está marcado fundamentalmente por la unidad, la humildad (esto es muy importante), por el bienestar colectivo, por “no hacerle doler el corazón a nadie”, por el diálogo, por la aceptación de las diferencias y a pesar de ello apuntar a la unidad “como un solo hombre”, lo cual, por ejemplo, con el tema del Tipnis no ha ocurrido ya que en ningún momento el gobierno los ha escuchado y los pueblos indígenas justamente han expresado que ellos pertenecen a una cultura del diálogo, que, yo diría, es el mayor ejercicio de democracia que existe. En la comunidad, pueden estar horas de horas expresando sus diferentes puntos de vista pero llegado el momento se arriba a un consenso entre diferentes, por templo, para el caso de Tiwanaku, entre católico y evangélicos, que no es nada fácil.

Pero como no se trata de buenos y malos en ninguna historia, sino desde la posición ideológica que se está mirando la situación, el gobierno al estar inmerso en un modelo estadocéntrico no puede ejercer una democracia inclusiva, además de regirse por valores de la modernidad, individualistas, de competencia, etc., por lo que le es ajeno, en realidad, lo recíproco, lo solidario, lo colectivo, lo horizontal; y en última instancia lo único que conocer es la racionalidad, lo lógico y no el sentir, el sentimiento y el conocimiento directo intuitivo, base de la sabiduría de los pueblos ancestrales, que pasa preponderantemente por lo mágico, por el prodigio.

Tampoco se debe obviar de que el vicepresidente, en un esfuerzo, al parecer, de respetar lo simbólico religioso en cuanto al catolicismo implantado por la colonia en el imaginario de la población boliviana, también tendrá una ceremonia católica, nada más ni nada menos que en la iglesia de San Francisco, construida y representativa de la colonia. Por lo cual, implícitamente existe un reconocimiento del sincretismo que vive el pueblo boliviano ya que, a estas alturas, negarlo sería rayar en la ignorancia porque, nos guste o no, lo mestizo o híbrido está fuertemente instalado en el imaginario de la población boliviana y además, no sólo pasa por el pensamiento, si no por la fe que, no pasa por la racionalidad sino por la subjetividad, y ahí si hay que tratar el tema con pinzas ya que nos remite a la identidad, y en última instancia a la espiritualidad o “camino” (thaki) de cada persona, el “otro” de lo racional, de lo lógico, lo que no se ve de lo que se ve.

Finalmente, desde esta matriz conceptual que constituye el sentimiento y pensamiento andino, al margen de que sean Mayores o Menores, “verdaderos” yatiris (tocados por el rayo) o aprendices de yatiris del Consejo de Amawt´as de Tiwanaku, quienes hagan la ceremonia del casamiento del vicepresidente, para que las energías positivas superiores del Universo o Alajpacha se manifiestan y derramen sus bendiciones sobre la pareja, dependerá fundamentalmente del “corazón con que hagan la ceremonia” quienes lo hagan, y también del “corazón con que estará yendo a pedir el vicepresidente y su novia” a las fuerzas superiores (esto también es así dentro de otras religiones), ya que en el rito es un medio para que se manifiesten energías positivas o negativas, dependiendo de las intenciones de quien pide y quien media, respectivamente. Eso sí, algo sin e qua non es primero pedir permiso o licencia, perdón y agradecimiento para luego hacer la respectiva petición, esto es lo sacro, el camino directo entre el ser humano y el Gran Espíritu.

En ello, nadie puede saber “con qué corazón está yendo el vicepresidente” pero según estos códigos no habría por qué preocuparse realmente ya que si se va a pedir con buen corazón, las energías superiores se manifestaran e irradiarán no solo a la pareja sino al país en su conjunto. De lo contrario, en palabras de los Mayores “tarde o temprano el malo cae por su propio peso” como sucedió con uno de los Menores (Valentín Mejillones quien está preso por delitos de narcotráfico), y todo lo que se hace siempre retorna, sea para bien o para mal, es la ley de la naturaleza, y esa es la visión o vivencia holista, característica de las culturas ancestrales.

jueves, 28 de junio de 2012

EXPOSICIÓN PRESENTACIÓN DE LIBRO Suma Chuymampi Sarnaqaña Caminar con buen corazón


Quiero agradecer ante todo a Plural Editores, a Librería Armonía y al ISEAT por haber hecho posible esta publicación. A Luis Tapia aquí presente por su acertados comentarios, al Jilir Mallku de Tiwanaku don Braulio, al Consejo de Amawtas, en especial a los Maestros ya fallecidos, a las autoridades de la Central Agraria y a los comunarios y comunarias en general de las 23 comunidades de Tiwanaku (quienes dicho sea de paso no asisten o sólo asisten algunas, a la celebración porque deben cumplir con las labores domésticas y el trabajo propio de la comunidad), también les agradezco a ellas. En realidad debo agradecer a muchas personas que me ayudaron con sus críticas constructivas y aportes. Entre ellas en especial agradezco por prologar este libro a Silvia Rivera, también a Rossana Barragán, Humberto Mamani, Alisson Speding, Raúl España y a Fernando Huanacuni y Filomena Nina por la esmerada traducción del aymara al castellano. A mis ancestros y mi familia, en especial a mis hijas: Luisa quien antes de marka paru sarje (partir a su pueblo) me encargo terminarlo lo mejor posible, y también a Violeta quien me apoyó y trabajo arduamente para hacer posible esta publicación, dotes que yo no poseo, sólo investigo y escribo.

Entrando al tema, este trabajo constituye el resultado de una investigación detallada de la celebración, pero ante todo de la reflexión y debate acerca de su identidad, que hacen los comunarios y amawt’as celebrantes del Año Nuevo Aymara en Tiwanaku cuando se creó el Consejo de Amawt´as, después de cuestionarse de que quienes propiciaban esta celebración era una intelectualidad indígena urbana. Entonces la pregunta fue, por que no participan los comunarios? Asunto que ahora está consolidado desde que son las 23 comunidades quienes prácticamente son dueñas de la celebración.

El concepto de identidad desde el cual se enfoca el estudio está enmarcado en la corriente sociológica del interaccionismo simbólico (Goffman, Blummer) que lo concibe como un elemento humano con movilidad y plasticidad que varía de acuerdo a las distintas interacciones sociales, por lo que posee un carácter procesual, de construcción a lo largo de toda la vida, y no estructural y por tanto, no estática.

La concepción de cultura que se utiliza viene de la antropología (Geertz), es decir la cultura concebida como un sistema simbólico en el que los significados o sentidos de las cosas son transmitidos históricamente y son encarnados en formas simbólicas en el imaginario individual y colectivo Por ejemplo el hecho de pijchar coca tiene un significado: arribar a un buen entendimiento entre quienes dialogan, no es pijchar así por así. Todo tiene su significado y sobre todo en los rituales y en el compartir.

Estos sentidos se encuentran inmersos en contextos socio - culturales estructurados, sin embargo al interior de ellos se dan relaciones asimétricas de poder entre las personas, entonces existen diferentes mecanismos que funcionan para la producción, transmisión y recepción de las formas simbólicas, convirtiéndose ciertos sistemas de ideas en dominantes y otros en subordinados.

En medio de este entramado de ideas, creencias, convicciones, percepciones que van formando la identidad o el tejido interidentitario de cada persona y que en realidad constituyen ciertos códigos de expresión de la persona y en última instancia de expresión del espíritu está obviamente el tema de la espiritualidad, poco trabajada en los ámbitos de racionalidad occidental académica pero si vivencial en la filosofía de las culturas ancestrales guiadas por un conocimiento directo, intuitivo, en otras palabras mágico – religioso no institucionalizado, el mago, en las palabras de Weber, que posee cada persona pero que muchas veces no estamos concientes de ello, pues la mente racional obnubila tal conocimiento directo a la fuente vital. Así la espiritualidad es entendida por Foucault como una búsqueda de la verdad que ilumina al sujeto y perfecciona el espíritu, y en mis palabras, el espíritu a través del que habla el Gran Espíritu y transmite su mensaje a la sociedad.

Es desde esta perspectiva que se aborda el análisis de la celebración del Año Nuevo Aymara que, en última instancia constituyó un medio para llegar al pensamiento sincrético o chixi (mestizo) como lo llama Silvia Rivera, entre sus propias prácticas y creencias y aquellos impuestas por la colonia española, que poseen los amawtas celebrantes y los mallkus (denominados los Mayores), así como las bases que viven en la comunidad (estoy es muy importante) y de aquellos que ya migraron de la comunidad rural a la ciudad o de aquellos que si pertenecen étnicamente o racialmente a las culturas andinas, en este caso a la aymara y retornan temporalmente a la comunidad pero ya imbuidos en lo simbólico de otros sentidos y significados culturales, que en este caso tienen que ver con lo malo de la modernidad occidental (individualismo, protagonismo, personalismo, constante competencia, uso de micro poder, etc., etc.).

Con esto no quiero idealizar a la comunidad rural ni a los comunarios, pues la comunidad no es ninguna taza de leche, ni tampoco decir que al interior de ella perviven valores puristas o ideales como muchas veces pretenden hacer ver los discursos ideológicos indianistas o indigenistas. Para nada, pero lo que en este trabajo se quiere incidir es en los códigos éticos y morales que hacen al ethos comunal, rescatados desde los conocimientos, hoy por hoy denominados “saberes” por no considerarlos a la altura del conocimiento académico que en realidad, desde mi punto de vista se raya en la ignorancia en la que nos ha sumido la modernidad occidental. Quienes son principalmente portadores de estos conocimientos o mejor dicho, sabiduría? En general los Mayores, quienes han recorrido el thaqui, el camino de la vida, que han sufrido, se han alegrado, en resumen han vivido; y en especial los yatiris de la comunidad o llamados Maestros o Masrus (de acuerdo a Tomas Huanca) que muchas veces para acceder al conocimiento pasan por muchos sufrimientos. Los Maestros de la claridad como se llaman entre ellos, quienes han sido iniciados mediante ciertas señales de la naturaleza. Ellos son quienes marcan o señalan el camino de la comunidad, orientan a las autoridades y a la comunidad en general.

Por otro lado están quienes siendo originarios de las comunidades de Twanaku  vuelven temporalmente a la comunidad, o siendo forasteros (aymaras y quechuas de otras regiones y mestizos como los de las ONGs que propiciaron este evento: CTP (católicos), CEPITA (evangélicos), así como el actual UDAM (ex UNAAR) dependiente del Estado y otros considerados una intelectualidad aymara, hoy por hoy, citadina, esto lo digo sin el afán de caer en generalizaciones. Todos ellos van e instruyen y hasta imponen un discurso dominante de lo que ayer se consideraba el katarismo, hoy indianista, rescate de las culturas originarias, retorno del Pachacuti, hoy, descolonización, vivir bien, y por su lado los grupos mestizos con corrientes místicas esotéricas, de la nueva era, etc., bueno…. Un discurso diz que de recuperación pero que se queda en las palabras ya que se vuelve a caer en la imposición y hasta en la discriminación del sincretismo que vive el comunario. Yo me pregunto, acaso esto no es colonialismo? Yo lo llamo neocolonialismo por qué cuando se ha visto que se quiera imponer un discurso supuestamente de descolonización? Y que además en la práctica, muchas veces se busca, no de todos, protagonismo, intereses personales, acceso al poder, etc., en detrimento de sus propios “hermanos” (por si acaso hermanos pongo entre comillas). Ustedes dirán pero ella es mestiza, o dirán es de la derecha con que derecho puedo decir esto? Yo les digo el testimonio es el que manda que por cierto, en el libro está en aymara y en castellano, de los propios comunarios. Pueden haber muchas interpretaciones pero creo que las críticas que hacen los maestros mayores tocados por el rayo en algún momento de la vida nos llegan a todos y a todas, seamos, indígenas, mestizos, criollos o bolivianos…., de izquierda o de derecha, pues es un tema de identidad y de accionar, no? Todos podemos ser q´aras en algún momento de la vida, como decía don Policarpio Flores uno de los Mayores, quién es el q´ara? Es muy simple decir, es el blanco, no pues, en realidad es el abusador, quien vive del otro, por ejemplo un marido golpeador es q´ara,

Lo que importa es darse cuenta y cambiar de actitud, retornar a la comunidad (según Anderson la comunidad imaginada) sea rural o urbana (no es necesario irse a vivir a la comunidad rural, la comunidad es el barrio, la institución donde se trabaja, el partido político, la institución religiosa, etc.,), toda sociedad tiene el deber de actuar como comunidad. Pensar, respetar y ponerse en los zapatos del otro, de la otra, seamos indígenas, mestizos o criollos, etc. porque al acceder a la modernidad occidental nadie está libre de empaparse de los valores competitivos, individualistas, personalistas, formación de élites, rosquitas etc. Por eso es que la identidad es procesual y no estructural, en todo caso si es estructural se queda en la dimensión afectiva: me siento aymara pero ya no vivo en comunidad, característica de las culturas llamadas originarias tal vez hoy para bailar en el gran poder u otras fiestas pero en la cotidianidad?? Bueno, no me quiero extender.

Pero ante tanta tensión y problemática que se crea en las comunidades de Tiwanaku para políticamente parecer lo más originarios posibles en la celebración del Año Nuevo Aymara, los Mayores aparentemente ceden ante los Menores autoritarios y deciden reconocerse, no como aymaras sino como tiwanakeños en aras de la unidad y la obediencia que se tiene al Central o Jilir Mallku y a la comunidad misma, sus palabras son las siguientes: Así nos saquemos la mugre en casa entre nosotros, nos tenemos que mostrar unidos hacia fuera, y como la comunidad vive también en un contexto moderno beneficiarse por lo menos de los aportes económicos que se puedan obtener por la celebración.

Pero como dice en el prologo Silvia Rivera, “el daño al ethos comunal ya está hecho y los Mayores no dijeron nada hasta hoy, y yo digo tal vez imbuida por la actitud y palabras de los Mayores: tarde o temprano el malo caerá por su propio peso, esto lo sabe el Gran Espíritu, los Achachilas, Dios, etc., en resumen las fuerzas superiores del Alajpacha. Y como tal sucedió con Valentín Mejillones (el principal protagonista de los Menores) llamado el narcoamawta que hoy por hoy está en la cárcel. Por todo ello, como a los Mayores no les interesa el protagonismo (por eso la asignación de autoridades es rotativa) y los amawtas ya se dijo que son seres especiales (tocados por el rayo u otras características), su afán no es promocionarse ni nada por el estilo sino servir a los demás: recordemos las palabras de don Policarpio: un amawta no debe promocionarse, decir yo te lo leeré en coca, de lo contrario son pajpakus nomás, lo mismo sucede con los políticos e intelectuales (basta observar la situación de diálogo de sordos por la que está atravesando el país en esta coyuntura), nos convertimos en pajpakus (habladores) sino actuamos con buen corazón, título de este libro ya que el mensaje de los Mayores y en especial de los yatiris o Maestros de la Claridad se sintetiza en eso: caminar con buen corazón (ser humilde pero firme y consecuente con uno mismo y con el grupo) en pos de la unidad y el respeto entre todos y todas, idea que en síntesis toda sociedad, ya sea rural o urbana, debería recuperar en última instancia, para transitar juntos/as el camino (o thaqui) de la vida y practicar el ayni (la ayuda mutua) que todos necesitamos, ya lo decía don Policarpio, amawta de Tiwanaku ya fallecido: Todos nos debemos a todos, nadie es por si mismo, sino por el otro, esa es la identidad, no? reconocerse en (Cirese). De lo contrario, en palabras de ellos “sólo nos hacemos doler el corazón” que si es grave para el otro pero sobre todo para uno o una misma porque tuvo la oportunidad de actuar bien y no lo hizo.

Eso es lo que puedo decir que aprendí, no seamos los nuevos q aras de esta sociedad y no digamos soy o estoy en pos del rescate de lo originario si no realizo un cambio en el corazón individualista, que sobre todo me creó la modernidad individual. Sirvámonos de la modernidad y que ella no se sirva de nosotros, y si todo ello no es rescate de lo originario, recuperemos, resignifiquemos y reinventemos lo nuevo, el nuevo thaqui.

Eso todo lo que puedo decir en esta ocasión…..

MUCHAS GRACIAS A TODOS USTEDES POR SU PRESENCIA

martes, 15 de mayo de 2012

“CHACHAWARMI ”, ACOMPAÑAMIENTO MÁS QUE EQUIDAD: Reflexiones sobre las reivindicaciones femeninas en el contexto indigenista andino boliviano.


INTRODUCCIÓN
En los últimos tiempos se han puesto en boga discursos reivindicatorios de las culturas consideradas subalternas por la cultura occidental dominante.  En este sentido, en Latinoamérica los discursos políticos emergentes de corte indigenista se han constituido en vanguardia de aquellas organizaciones políticas y sociales que están por la liberación de los pueblos excluidos y la descolonización.

En Bolivia, a partir de la década de los 80, ha cobrado fuerza la ideología política de las reivindicaciones étnicas, sobre todo andinas (aymara y quechua) en contra del colonialismo, y que de alguna forma aún persiste en la actualidad. En esta perspectiva, una de las principales manifestaciones reivindicatorias ha constituido la celebración del Año Nuevo Aymara en Tiwanaku, y posteriormente en otros lugares considerados sagrados.  Sin embargo, es con la ascensión de Evo Morales a la presidencia de la república que prácticamente se oficializa tal discurso en las organizaciones indígenas como CONAMAQ y “Bartolina Sisa”, y asimismo se instituyen grupos de defensa del gobierno, como los denominados “Ponchos Rojos”.

En el contexto de este discurso se comienzan a manejar ciertos valores de la cosmovisión andina que formaron parte de las culturas milenarias y que todavía perviven de alguna manera en algunos ayllus del Altiplano paceño y orureño, y comunidades quechuas de Cochabamba, Potosí y Sucre a pesar de la inminente penetración de la cultura occidental por parte de las iglesias cristianas, y actualmente por la economía de mercado y las ONG´s con la globalización. Tales valores principalmente corresponden a las llamadas complementariedad y reciprocidad, base de las relaciones humanas y garantía de la vida comunitaria y familiar.

Por otro lado, también la temática de equidad de género comienza a irrumpir como otra reivindicación a partir de la década de los 80, cuando surge la globalización y el neoliberalismo, pero también con la institucionalización de la democracia, es así que surgen distintos movimientos sociales femeninos a nivel mundial y también latinoamericano. En Bolivia, son las ONG´s quienes coadyuvan con la organización y capacitación de las mujeres respecto a sus demandas, en el sector rural y en las clases populares urbanas. En la clase media surgen movimientos sociales feministas, sin embargo no encuentran puntos de encuentro con los grupos femeninos de clases populares e indígenas.  En este marco, deseo expresar cómo se entrecruzan en la práctica, ambas reivindicaciones: indigenistas y de género.

ALGUNOS CONCEPTOS DE ANÁLISIS
Si tomamos el término etnia más ampliamente, como cultura, ya que conlleva una serie de representaciones simbólicas y no sólo se basa en rasgos físicos ya que el término etnicidad suplió al de raza para inscribir una definición ideológica política por encima de la definición de rasgos biológicos queriendo minimizar y ocultar discriminaciones y exclusiones en base a diferencias naturales poniéndolas en términos ideológicos pero que en última instancia igual generan desigualdades (Stolcke, s/f), los sistemas simbólicos comprenden modos de ver el mundo, acciones y experiencias diversas que son compartidas por los individuos para comunicarse entre sí, así la cultura es el aspecto simbólico expresivo de todas las prácticas sociales (Thompson, s/f. En: Giménez, s/f) y no sólo se reduce a la raza.  En esta óptica, la cultura andina como cualquier otra, se distingue por los significados particulares que le otorgan a la visión del mundo, al idioma, sentidos, creencias, rituales, relaciones laborales, etc.  Para Geertz (1973) la cultura también denota un esquema históricamente transmitido de significaciones representadas en símbolos, pero sus críticos afirman que no toma suficientemente en cuenta los fenómenos de poder y del conflicto social que sirven de contexto a la cultura, pues los constructos sociales también son manifestaciones de las relaciones de poder…, y frecuentemente la cultura funciona como máscara de la dominación (Thompson, 1990. En: Giménez, 1994: 40).

Cuando se habla de poder, me refiero a aquella forma que se introduce en el cuerpo, en los gestos y conductas produciendo un efecto intimidante en el sujeto receptor, a veces de manera sutil y paternal, y otras ejerciendo presión y tensión entre el que “sabe” y el que “no sabe” (Foucault, 1979: 109 – 159), que surgen en las relaciones entre individuos de distintas culturas, clase, sexo y/o edad.

Desde esta mirada, el género posee connotaciones sociales y culturales, pues se trata de una construcción social basada en la sexualidad en la que cada cultura otorga ciertos significados a las diferencias sexuales definiendo los roles genéricos. Las categorías de género, raza, cultura están conformadas por el conjunto de ideas por las que cada sociedad define atributos y estereotipos de cada sociedad, así, poseen una dimensión simbólica que es aceptada socialmente y las formas de exclusión y dominación se hallan plenamente justificadas pasando desapercibidas como tales en las distintas construcciones culturales ya que se basan en una naturalización de pensamientos y actos que se realizan inconscientemente (Comas D´Argemir, 1995).
 
Los anteriores conceptos necesariamente construyen la identidad, que tiene un carácter procesual y no estructural, no es única sino múltiple, no es estable sino móvil (Goffman, 1986), es algo aprendido durante la vida en interacción constante con otros individuos (Bejar, 1983), de aquí su plasticidad, capacidad de variación, de reacomodamiento y de modulación interna, las identidades emergen y varían con el tiempo (Giménez, 1994).

RELACIONES DE GÉNERO EN LA COMUNIDAD RURAL

Apoyándome en las categorías descritas, si se analizan aspectos importantes de la vida en la comunidad andina como son: el trabajo productivo (agricultura y ganadería) y reproductivo (trabajo doméstico), toma de decisiones familiares, cosmovisión mítica manifestada en creencias, rituales y prácticas, y la participación fuera del hogar (organizaciones, capacitación, vida social) de varones y mujeres se puede decir que el chachawarmi significa “hacer algo juntos”, acompañarse entre la pareja, incluso entre toda la familia, cumpliéndose así, la complementariedad: 
“Cuando somos marido y mujer somos sólo para los dos…, somos como los animalitos que siempre se juntan de dos en dos, los pajaritos siempre están juntitos…, así nomás somos en el matrimonio” (Comunaria aymara de Irama Belén, Achacachi)

Por ejemplo en el trabajo productivo el varón es quien realiza las tareas más pesadas y la mujer, las más livianas y de detalle, pero trabajan juntos. Si bien el esposo y los/las hijas ayudan en el trabajo doméstico, la directa responsable es la esposa teniendo que realizar además el trabajo productivo y la comercialización.  En la toma de decisiones, cuando está el esposo en la comunidad se consultan entre ambos, pero de la educación y cuidado de los/las hijas es responsable la mujer en su rol de madre. La realización de rituales y transmisión de creencias en la familia corresponde a la esposa ya que está en permanente relación con las necesidades del hogar y con los hijos, mientras que los varones, si efectúan algún ritual lo hacen en la organización guiados por la idea de recuperación de valores andinos de los últimos años, por lo que es ella la directa transmisora de la cultura pero no es reconocida como tal. La participación en actividades externas normalmente es función del esposo, sólo cuando él está ausente, la mujer participa, aumentando sus tareas y responsabilidades, pero está mal visto que no asistan en pareja a eventos recreativos, y más si una mujer asiste sola ya que el control social en la comunidad es fuerte, sobre todo hacia  la mujer.

En cuanto a la propiedad de la tierra, si bien la mujer no es la directa propietaria, en su imaginario simbólico no es muy importante ya que se considera que si está a nombre del marido está a nombre de toda la familia.

CONCLUSIONES
Desde una mirada occidental en la pareja andina no hay equidad, pero desde una mirada indigenista andina que, por cierto se está perdiendo en las actuales generaciones ya que se vive en una hibridación cultural (García, 1990) por la migración constante del esposo y en la misma comunidad, sin embargo en la estructura simbólica, de algún modo, la pareja se considera una sola entidad, pues el matrimonio es nacer a un nuevo estado en el que se diluyen las identidades individuales, pero si bien se cumple la complementariedad (acompañamiento) y la reciprocidad ya que comparten una vida no quiere decir que exista equidad. Además, se ve como algo natural la creencia de que el varón es débil, entonces la esposa no solo asume dicho papel sino también el de madre de su esposo. 

Al migrar a la ciudad la identidad y las relaciones de poder cambian ya que, así se sea indígena y  se tenga por raíz la cultura andina, ésta cambia en el tiempo y en el espacio, pues el varón en vez de acompañar a su pareja se vuelve más machista, y la mujer toma conciencia de sus derechos individuales y de la dominación ejercida por su esposo ya que se asumen representaciones simbólicas del mundo occidental. Así, se pierde el concepto de unidad indisoluble con cierta armonía[1] y el cierto poder que tiene la mujer, así sea en el ámbito privado se pierde cuando la pareja decide migrar. En la ciudad la mujer tiene que competir con el varón, capacitarse, si quiere tener algún poder.  Entonces se cambia una estructura simbólica por otra creándose más conflictos.
Si antes (en el espacio rural) existía alguna armonía entre la pareja, en el urbano se vuelve de oposición y de confrontación. 

En última instancia, en las/los comunarios de mediana edad y económicamente activos surge la contradicción entre valores colectivos (comunales y familiares) e individuales ya que viven en permanente tensión entre dos mundos, cuyos distintos sistemas valóricos, al ser opuestos y parezcan fusionados, en el imaginario simbólico afectan a su definición identitaria. Los/las mayores conservan más su cultura, expresada en su pensamiento, ya que el vivir en la comunidad es una especie de garantía, mientras que los/las jóvenes que migran a la ciudad resultan casi ajenos a la visión colectiva de la comunidad.

Finalmente, quienes se establecen en la ciudad, si bien van asumiendo valores individuales expresados en derechos, aún conservan la representación de la familia como una fuerte cohesión, sagrada e inamovible a pesar de que se va perdiendo el cierto equilibrio que da el acompañamiento en las parejas comunarias, lo que hace que sea más profunda la crisis identitaria al poseer orígenes culturales y étnicos andinos y a la vez ir asumiendovalores de la occidentalidad.








[1] Aunque el esposo llegue a tratar con violencia a su pareja, ella considera que tiene derecho y que también es una forma de expresarle su sentimiento, que le importa.